¿Cómo imitar las virtudes de María?
Ella es modelo de cristiano, de seguidor de Jesús, y su gran testimonio en el Evangelio se encuentra en las bienaventuranzas
Por Fernando de Navascués
El Papa Francisco, este Papa cercano y al que se le entiende con meridiana claridad, dedica unas palabras a la Virgen María en su exhortación apostólica Gaudete et exultate, sobre la llamada a la santidad en el momento actual, que me gustaría recuperar. El Santo Padre dice lo siguiente:
“Quiero que María corone estas reflexiones, porque ella vivió como nadie las bienaventuranzas de Jesús. Ella es la que se estremecía de gozo en la presencia de Dios, la que conservaba todo en su corazón y se dejó atravesar por la espada. Es la santa entre los santos, la más bendita, la que nos enseña el camino de la santidad y nos acompaña. Ella no acepta que nos quedemos caídos y a veces nos lleva en sus brazos sin juzgarnos. Conversar con ella nos consuela, nos libera y nos santifica. La Madre no necesita de muchas palabras, no le hace falta que nos esforcemos demasiado para explicarle lo que nos pasa. Basta musitar una y otra vez: ‘Dios te salve, María…” (176).
Corremos el riesgo el riesgo de recibir consignas, pero no estar preparados para cumplirlas. Nos ocurre en el trabajo cuando hay que sacar adelante tal o cual proyecto, le sucede al padre de familia ante el reto de dar respuesta a los nuevos desafíos que plantea su hijo adolescente, o nos puede ocurrir a nosotros cuando nos dicen que la verdadera devoción a la Virgen no consiste en rezar 20 rosarios diarios, sino en imitar sus virtudes. Pero ¿qué virtudes? ¿Cuáles entre todas? ¿Cómo? ¿En dónde?
Bueno, pues las respuestas a esas preguntas nos las ofrece el Papa en el último gran documento que ha regalado a la Iglesia, la exhortación apostólica Gaudete et exultate. Un texto muy recomendable que se debe repasar constantemente y, como sucede con el Papa Francisco, un texto muy pastoral, muy cercano, muy iluminador y motivador para entenderlo y llevarlo a la práctica.
Me parece significativo este párrafo sobre la Virgen María, casi al final de la obra, porque responde a esa invitación que tantas veces recibimos los cristianos de imitar a la Santísima Virgen. Efectivamente, ella es modelo del cristiano, y lo es porque ella encarnó con excelencia las bienaventuranzas. Quien haya leído la Gaudete et exultate sabe que el Papa pone un énfasis especial en las bienaventuranzas, lo que suponen para la vida de un cristiano y cómo se pueden vivir aquí y ahora, en el mundo actual. Al leer esos párrafos, verlos encarnados en la Virgen y sentirse invitado a vivir cuanto se dice en ellos es toda una misma cosa.
Quién como María, siguiendo el texto pontificio, es la que “se estremecía de gozo en la presencia de Dios, la que conservaba todo en su corazón y se dejó atravesar por la espada”. Quien imita a María, además de ser una persona abierta a los demás, es un contemplativo. Ojalá podamos estremecernos ante el amor de Dios por nosotros como se estremeció ella ante el anuncio del Angel, y ojalá renovemos a diario en el corazón esa llamada de Dios a seguirle de cerca, y a dejarnos atravesar el corazón siendo honestos, fieles, constantes, justos…
Y concluye el párrafo del Papa con unas palabras de consuelo y confianza: “Ella no acepta que nos quedemos caídos y a veces nos lleva en sus brazos sin juzgarnos”. ¿Cuántas veces hemos desfallecido, después de mucha lucha, y hemos sentido la presencia amorosa de María que nos anima a levantarnos?
Imitar a la Virgen es algo sencillo. Ella es modelo de cristiano, de seguidor de Jesús, y su gran testimonio en el Evangelio se encuentra en las bienaventuranzas. Por eso imitar a María es vivir las bienaventuranzas: ser pobres en el espíritu, ser mansos, llorar, tener hambre y sed de justicia, ser misericordioso, tener un corazón limpio, trabajar por la paz y ser perseguido por causa de la justicia…
Fuente: SomosRC