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Semana Santa

¿Recuerdas la última vez que estuviste enfermo? o, ¿la última vez que tuviste una pena de amor? O tal vez recuerdes alguna vez que alguien te decepcionó y pensaste que el mundo se te acababa.

En cada una de esas ocasiones, en donde te invadía probablemente la tristeza, la frustración, te sentiste débil y vulnerable… ¿recuerdas qué te reconfortaba?

Me atreveré a decir que el sentirte acompañado por alguien que amas, marcó la diferencia para salir del malestar que sentías en ese momento. Cuántas veces, el sentirse escuchado, comprendido en el dolor, abrazado y amado, abre los ojos a una nueva esperanza después del sufrimiento que se tiene, y aliviana el peso que se carga.

Jesús que es Dios mismo, se enfrenta durante esta semana a los más grandes sufrimientos, a dolores intensos del cuerpo y del corazón. Aunque suene paradójico, también encuentra consuelo en los amigos que le  acompañen en el sufrimiento, que le den una voz de aliento, y con quien en la oración que es ese diálogo entre amigos, pueda también hablar de su dolor y decir “al menos tú, ámame” como se lo dijo a Santa Margarita María de Alacoque.

En estos días regálate tiempo con tu amigo Jesús, verás que junto a Cristo, que no buscó su propia complacencia (Rom 15,3), sino que se entregó por nuestros pecados (Gal 1,4), aprenderás a no estar tan pendiente de ti mismo, para atender a los demás. Seguro te sonará extraño esto, pero a veces nos centramos tanto en nuestros problemas, grandes o pequeños, que se nos olvida mirar al lado a ver si podemos ayudar a alguien más. Imagina además, que ese a quien ayudas, también es el mismo Jesús, que añora tu compañía, tu consuelo y un amigo con quien estar durante estos días duros.

Jesús accedió a todos los sufrimientos de la pasión por la salvación tuya y mía, la de tu familia y amigos, por la salvación ¡de todos! Había una gran ilusión en su corazón por vencer la muerte para él y para todos los que ama. Ésta es la gran esperanza con la que se transforma nuestro corazón, es un amor tan grande que nos compromete sin pedírnoslo, un amor que me convence en lo más profundo, porque solo ama, no pide por soberbia que le ame, sino porque sabe que eso necesito para mi felicidad, entonces es diferente. Es una forma diferente de pedir e  incluso puede ser más exigente. ¿Cómo no querer entonces acompañar a quien ha dado hasta su vida misma por ti?

Compartamos estos días con Jesús como se comparte el sufrimiento con un amigo, no porque haya que hacerlo, sino porque nuestro corazón se duele con el suyo. Vivamos la semana santa estando con Él, viviendo con Él estos momentos y sobre todo, hablando con Él sobre la gran alegría que viene, por la que vale la pena todo! Por la que ha valido la pena que el hijo de Dios haya muerto en la cruz.

Escrito por: Mtra. Ángela Serna

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